Cada vez que un centro escolar nos enfrentamos a un conflicto con alumnos: peleas, discusiones, falta de disciplina o una simple vagancia, es muy habitual que esos comportamientos e incluso peores se reproduzcan en sus casas.
Así encontramos chavales que desobedecen a sus padres, que le faltan al respeto a los mayores, que se niegan a estudiar y a hacer las tareas, tienen la habitación hecha un desastre, ignoran a todo el mundo de la casa salvo cuando quieren discutir, llevan la contraria en todo, nada les parece bien, desprecian incluso la comida,… en fin, una serie de comportamientos que básicamente definen a un adolescente.
Las familias quieren acabar con esto cuanto antes porque en muchas ocasiones las situaciones se hacen insoportables y buscan soluciones rápidas a problemas complejos, y ahí empieza el primer error ya que, al menos en psicología y por lo general, los problemas complejos solo se suelen resolver con soluciones poco sencillas y que llevan mucho tiempo. Para que se hagan una idea, el psiquiatra experto en adolescentes Jesper Jool decía que los problemas de un adolescente se solucionan en la infancia de este.
Sin embargo, estamos en una sociedad en la que todo tiene que ser inmediato: si quiero ver una serie la tengo en streaming para verla en ese preciso momento, el 40% de los españoles no cocinan nunca (la comida la quieren en el mismo instante), las compras por internet tienen que llegar al día siguiente, tengo todo el arte al alcance de un click en el móvil o en el ordenador, deseamos viajar cada vez más rápido para llegar cuanto antes nuestro destino, queremos adelgazar en un mes mejor que en dos, cada vez hay más gente que en vez de ver una película entera, solo ve un resumen de diez minutos en Youtube; si nuestros hijos aprenden a leer a los cinco años mejor que a los siete (a pesar de que ya se sabe que es mejor aprender a los siete) y, por supuesto, me tomo una pastilla que me haga efecto cuanto antes para impedir cualquier tipo de sufrimiento o dolor que me impida disfrutar de esta vida y de cada instante.
Cansados de escuchar el mismo mensaje de mucha gente sabia que nos dicen que hay que disfrutar de esta vida pero que el disfrute no es llegar antes, aprender antes, comer antes, ver la serie antes,… que el disfrute está en ese camino. Gandhi decía que no hay camino para la paz, que la paz es el camino; Michael Ende, en su libro Momo, nos advierte que intentamos ganar tiempo para luego matarlo en casa viendo la tele; hasta Confucio, hace la tira de años, escribió que la recompensa es el camino. Pues bien, como decía, parece que nos hemos cansado de todos estos mensajes y hemos decidido tomar el camino contrario: queremos todo ya, y que le den al camino.
Sin embargo aun hay cosas que se nos resisten a tenerlas ya, a sacarlas de su proceso natural para reducir el tiempo de espera de sus metas. Por ejemplo, nuestro cuerpo aun necesita dormir entre siete y ocho horas para estar en buenas condiciones y por mucho café que tomemos, nuestras capacidades no serán las mismas; leer un libro nos lleva un tiempo considerable y, aunque podemos encontrar resúmenes incluso en un minuto de tiktok, el placer de la lectura como tal requiere tiempo; si quieres que se te conceda un deseo mirando las lágrimas de San Lorenzo, inevitablemente tienes que estar un rato mirando el cielo sin nada más que hacer que “matar” el tiempo. Y como anunciaba al principio de este artículo, si quieres solucionar un problema con un adolescente ármate de paciencia y templanza porque no hay pastilla que valga ni terapia de una semana. Sin embargo sí que hay una cosa que podemos hacer y que erradicaría casi todos los problemas que tenemos con nuestros hijos en un instante: y es pensar que esos problemas no son tales y que únicamente obedecen a un comportamiento normal de un adolescente, pero esto es tema para otro artículo.
NOTA: Este artículo se publica en el periódico gratuito "la afluencia del jalón"